DESAPARECIDO POLÍTICO DE LA IV REPÚBLICA

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viernes, 24 de octubre de 2025

Saga Memorialistica

#insurgenciadelsigloxxi

Otra forma de informar y opinar. @omahdez78 / @omarhdez52-1 / omarhdez78 / omarhdez356628

¡Sin memoria no hay Victoria!


Saga Memorialistica:
En esta oportunida vuelvo a retomar del "baúl de Juan Medina Figueredo", porque me parece interesante los escritos de este autor contemporáneo, y los cuales se traen en esta etapa de su vida cuando ya ha pasado los 78 abriles y sigue con la narrativa de las escenas que una tras otra pasan por su memoria.

El siguiente texto es un relato testimonial que entrelaza dos historias de crisis de salud y fe, separadas por una generación, estableciendo un paralelismo entre la experiencia de la abuela y la de quien realiza el escrito.

1. Tema central: La fe frente a la adversidad. El escrito gira en torno a la lucha contra enfermedades mortales en un contexto de extrema pobreza y precariedad médica. La solución, en ambos casos, no llega por la ciencia, sino por un milagro fruto de la oración y la fe inquebrantable (la abuela con Dios, la madre con la Virgen del Valle). Esto establece una profunda conexión espiritual entre tres generaciones.

2. Estructura y contraste: La narración se divide en dos partes claras:

2.1. La historia de la abuela Nina: Ambientada en los años 30, es un cuadro de pobreza rural y desamparo. El milagro es inmediato y colectivo (salva a todos sus hijos).
2.2. La historia del narrador: Ocurre en la adolescencia del autor, en una época más moderna pero igualmente violenta (se menciona la represión de Betancourt). El milagro es progresivo y personal, luego de un desahucio médico.

3. Contexto sociohistórico: El relato es también una crónica de la Venezuela rural y marginal del siglo XX. Describe la falta de infraestructura, la precariedad del sistema de salud, la inestabilidad política y las tradiciones populares, como las fiestas patronales y las promesas a los santos.

4. Tono y estilo: El tono es solemne y evocador, cargado de un realismo crudo que no excluye la trascendencia espiritual. El lenguaje es rico en detalles sensoriales (el barrial, la voz "agrietada por el llanto", las "aguas amarillentas del río") que sumergen al lector en la escena. El estilo mezcla la crudeza de la realidad con la elevación de lo milagroso.

5. Símbolos: Elementos como la cruz de ceniza (fe en la pobreza más absoluta) y el viaje en ferry a Margarita (peregrinación y renacimiento) funcionan como potentes símbolos de devoción y esperanza.

6. Conclusión circular y humana: El relato cierra con un epílogo sobre la vida después del milagro, reintroduciendo la normalidad con sus travesuras juveniles, amistades y desamores. Este final le da una dimensión profundamente humana, mostrando que el milagro no lo es todo, sino que permite volver a la vida con sus dolores y alegrías cotidianas, como el amor no correspondido que cierra la historia con un punto de melancolía y ternura.

En esencia, el escrito es un poderoso homenaje a la resiliencia, la fe familiar y la identidad cultural venezolana, donde lo divino y lo terrenal se entrelazan para enfrentar el sufrimiento.

Omar J. Hernández B.
Cosas verdes Sancho.
omarhdez78.blogspot.com

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Mi testimonio incontestable: Nina, mi abuela materna, agotó sus fuerzas, en medio de su pobreza y de la precariedad de los servicios de salud lugareños hacia la década de los treinta del siglo pasado, sin servicios de Luz eléctrica y de acueducto en Aragua de Barcelona, entre barriales y polvos callejeros en invierno y verano, enfrentada a la epidemia del tifus. Desfallecía en la lucha sin tregua y descanso, día y noche, contra la fiebre y el agotamiento por causa del tifus que amenazaba con la muerte a sus tres hijos varones (Francisco, Julio y Luis Felipe) y a Elsa de la Cruz, mi madre, todos niños impúberes.

Cesó una lluvia incontenible de invierno, de relámpagos y pavorosos truenos. Era el final de la tarde. Mi abuela Nina salió al patio del solar con un puñado de cenizas del fogón de su casa sin paredes, apenas con troja y techo de paja, se arrollidó en el suelo, trazó una cruz de ceniza e imploró a Dios, con su voz enronquecida y agrietada por el llanto, la vida de sus hijos. Pasó la noche en vela y al amanecer sus hijos comenzaron a levantarse, aún sudorosos, pero sin fiebre. Salvados por el milagro del señor del cielo y de la tierra, su creador y Salvador de toda criatura.

En mi adolescencia, estudiante de tercer año de bachillerato, se acercaban las fiestas patronales en honor a San Juan Bautista, corrí una legua desde la carretera de entrada a mi pueblo de Aragua de Barcelona. Llegué a nuestra mediagua de zinc y bloques, me acosté a descansar en un chinchorro. Al despertar, la hematuria inundaba incontenible la bacinilla.

Empezó la emergencia con internamiento en el hospital Rafael Rangel, luego en el Luis Razetti, de Barcelona, el Clínico Universitario y el hospital Vargas de Caracas. Diagnóstico tras una biopsia renal: glomerulonefritis crónica, y luego sin parar de vomitar toda comida en este último hospital, me dieron de alta de emergencia, desahuciado para toda la vida, en medio de la huelga general de transporte y los disparos de la policía de Betancourt contra los manifestantes callejeros.

El diagnóstico médico me condenó de por vida a la incapacidad para caminar, estudiar, trabajar y procrear. Debía permanecer en cama, comer sancochado e inyectarme una penicilina de acción lenta y prolongada, Benzetacil, mensualmente. En cama fui muy feliz, lectura tras lectura del Quijote, la biblioteca popular venezolana y los tomos de la Academia de Ciencias de la URSS. Hasta sobreviví al estallido e incendio de la sabana de todo un anillo de gasoducto que bordeaba al pueblo y que provocó una estampida de toda la población para librarse del fuego, zambullida en las aguas amarillentas del río Aragua.

Al pasar la emergencia, mi madre, callada y secretamente, rezó a la virgen del Valle, le rogó mi curación y mi vida, a los pocos días me levanté de la cama y en el ferry, viendo y cruzando las aguas del mar Caribe, arribamos a Las Piedras de la isla de Margarita y de allí al Valle, a pagar la promesa ofrecida a la Virgen patrona de los pescadores.

Después reinicié mis estudios en el Liceo Narciso Fragachán, de dónde había sido expulsado por tres años de todos los liceos de la república, por el atrevimiento de empujar un burro hacia el interior del liceo y apedrear a su dirección. Hice mías la noche y la madrugada con las serenatas del joven cronista y poeta Teobaldo Porras Cardier, quien prefirió su alegre bohemia (borracheras, despechos y serenatas) con un cuatrico, canciones de Daniel Santos y Javier Solís a continuar estudios de derecho en la Universidad de Carabobo. Al final se casó con la joven que yo pretendía en silencio, sin que nunca le declarara mi amor y ni ella ni él se enteraran de mis secretos latidos del corazón.
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