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¡Sin memoria no hay Victoria!
El Espejismo del Liderazgo y la Resiliencia de la Soberanía
Introducción
En el teatro de la política contemporánea, la figura del líder opositor carismático pero inefectivo se ha convertido en un arquetipo recurrente. Este personaje, lejos de encarnar las aspiraciones genuinas de su pueblo, a menudo deviene en un "pote de humo": una promesa grandilocuente que, al abrirse, revela su vacuidad. El caso que nos ocupa es un ejemplo paradigmático de este fenómeno, donde se entremezclan un discurso desconectado de la realidad, ambiciones geopolíticas cuestionables y una incapacidad patente para materializar su supuesto apoyo popular. Frente a este espejismo, surge la contundente realidad de un gobierno y un pueblo que, a pesar de un asedio internacional sin precedentes, mantienen la estabilidad, el crecimiento económico y la defensa inquebrantable de la soberanía nacional.
El Despropósito de un Liderazgo Ilusorio
La esencia de un verdadero líder reside en su conexión con el pueblo. Quien, en lugar de sumergirse en los barrios para palpar las necesidades reales, se encierra en una burbuja elitista, comete el primer y más grave despropósito. Esta desconexión no es un detalle menor; es síntoma de una visión paternalista y ajena a la idiosincrasia nacional. El liderazgo se construye con los pies en el barro de la realidad, no desde la comodidad de un escritorio o los salones de la diplomacia internacional.
Este distanciamiento se agrava cuando el discurso se puebla de amenazas y conspiraciones. La sola mención de "acciones concertadas" con potencias extranjeras como Argentina e Israel para una supuesta "invasión" no es solo una traición a la patria, sino la evidencia de un proyecto político vacío que requiere de actores externos para imponerse. Es la antítesis de la soberanía. Prometer la entrega de las riquezas nacionales a transnacionales y a los más poderosos del planeta es condenar al pueblo a la "inopia" perpetua, a un estado de desposeimiento donde los recursos no se traducen en bienestar colectivo, sino en ganancias privadas. Este proyecto no es de liberación, sino de neocolonización.
La Devaluación de los Símbolos y las Falsas Esperanzas
La credibilidad de un líder se mide, en última instancia, por su capacidad de movilización y por la coherencia de sus acciones. Cuando un Premio Nobel, símbolo máximo de logro y paz, se ve envuelto en investigaciones que lo reducen a una "especie de apuestas de caballos", no solo se desprestigia al individuo, sino que se mancha la institución misma del galardón. Este declive simbólico es paralelo a la devaluación del liderazgo que representa: promesas grandiosas sin sustancia.
La afirmación de contar con un apoyo masivo dentro del país, incluyendo sectores militares, se desmorona ante la evidencia empírica más básica: la incapacidad de movilizar a 5000 personas en una manifestación contra el gobierno que adversa. Esta es la definición precisa de un "pote de humo". Se plantean falsas esperanzas, se crea una narrativa de apoyo popular que se desvanece en el momento de la verdad. Un liderazgo real se valida en las calles, no solo en las redes sociales o en los comunicados de prensa. La desconexión entre la retórica y la realidad no podría ser más abismal.
La Resiliencia Nacional frente al Asedio
Frente a este espejismo de oposición terroristas fascista, la otra cara de la moneda es la resiliencia demostrada por el gobierno y, lo que es más importante, por el pueblo venezolano. Sostener un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante más de 18 trimestres consecutivos en medio de lo que se describe como "el asedio de la potencia más grande del mundo" no es un dato menor. Es un indicio de una economía que, a pesar de las enormes presiones, ha encontrado mecanismos de resistencia y recuperación.
Este crecimiento no sería posible sin un pueblo "en movimiento, unido en mantener la defensa y soberanía". La calma y la continuidad del trabajo productivo son, en este contexto, actos de resistencia política. Mientras un falso líder promete la intervención extranjera, la respuesta popular y gubernamental es la reafirmación de la Paz nacional como bien supremo, una paz que solo puede garantizarse mediante la defensa de la soberanía. La unidad no es aquí un eslogan, sino una necesidad estratégica para la supervivencia de la nación como proyecto autónomo.
Conclusión
La figura del falso líder que hemos analizado representa un cúmulo de despropósitos: la desconexión elitista, la conspiración con intereses foráneos, la promesa de un modelo económico depredador y la incapacidad de demostrar un apoyo popular genuino. Su proyecto es un "pote de humo" que se desvanece ante el menor soplo de la realidad contrastable.
Frente a esto, la estabilidad del gobierno y el crecimiento económico sostenido, en condiciones de extrema adversidad, hablan de una fortaleza institucional y popular que trasciende la retórica vacía. La verdadera esperanza no reside en las promesas de salvadores externos o en líderes que negocian la patria, sino en la capacidad de un pueblo unido para trabajar, crecer y defender su soberanía, garantizando así la Paz como fundamento de su futuro. La lección es clara: la legitimidad no se gana en los pasillos de poderes extranjeros, sino en el trabajo constante y en la defensa inquebrantable de la independencia nacional.
Omar J. Hernández B.
Cosas verdes Sancho.
omarhdez78.blogspot.com
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