DESAPARECIDO POLÍTICO DE LA IV REPÚBLICA

DESAPARECIDO POLÍTICO DE LA IV REPÚBLICA

martes, 21 de octubre de 2025

La verdad histórica: Detención, secuestro y muerte de Jorge Rodríguez, padre.

#insurgenciadelsigloxxi

Otra forma de informar y opinar. @omahdez78 / @omarhdez52-1 / omarhdez78 / omarhdez356628

¡Sin memoria no hay Victoria!

La verdad histórica: Detención, secuestro y muerte de Jorge Rodríguez, padre. 

La historia que me contó Juan Medina Figueredo, el último revolucionario compañero de Jorge Rodríguez, padre, quienes estuvieron en actividades políticas horas antes de que lo asesinaran. Pero, el Poeta Juan escribe, es un hombre con una prosa que narra magistralmente sus vivencias, desde sus primeros años cuando el gusanillo de la política, de manera inquieta, picó su entusiasmo por dejar plasmada su argumentación en versaciones desde su adolescencia en la querida Aragua de Barcelona y hasta hoy día en su residencia familiar en Valencia, seguimos en comunicación para dejar para la historia de estos tiempos y venideros lo sucedido en toda su magnitud. Por todo lo anterior es bueno publicar esta historia de nuestra política de la izquierda perseguida por los traidores de la patria, entregados a los gringos.

Personalmente tuve la suerte de conocer a Jorge Rodríguez, padre, en días que estuvo de visita en la Universidad de Carabobo, años 75 y 76, y entre varios dirigentes estudiantiles, es necesario indicar que yo militaba en el MIR pero escuchaba a todos los líderes nacionales, acotando que en esos tiempos nos reuníamos o frecuentabamos el antiguo comedor aledaño a la Facultad de Ingeniería. En las oportunidades que saludamos a Jorge conversamos sobre la situación política del país, de la falsa nacionalización de Carlos Andrés Pérez, de la entrega del país a Estados Unidos y del papel que teníamos que jugar los estudiantes en la denuncia permanente, las marchas-protestas y la lucha por las reivindicaciones estudiantiles; además del acompañamiento a la clase obrera en sus manifestaciones de protestas, mantenernos activos en todos los frentes de lucha y la presencia de la idea socialista en nuestras arengas a los estudiantes y al pueblo, pero no estábamos exentos de persecuciones por parte de la Disip... Luego Jorge Rodríguez se retiraba a la reunion privada que tenia con los cuadros estudiantiles de la Liga Socialista, el MEUP, en un cubículo o local que estaba en la misma área del citado comedor.

Pero vayamos a lo principal, ya leyendo, prensa, y un libro escrito por Juan Medina Figueredo pude conocer la forma en que se suscitó la detención, secuestro y muerte de Jorge Rodríguez, padre, pero en esta narración de los hechos Medina Figueredo mantiene el recuerdo vivo de su "maestro", como los dirigentes de la Liga Socialista lo llamaban, porque no era fácil que un joven asumiera la Secretaría General de la Liga Socialista, en momentos en que habían asesinado a su máximo líder, y esa responsabilidad cayó en mi paisano, El Poeta Juan.

Omar J. Hernández B.

La historia de Juan Medina Figueredo para la posteridad.

     jueves 22 de julio de 1976, bajando una escalera de la iglesia de San Pedro, Caracas,  Agustín Calzadilla y yo asistimos a un contacto con Jorge, a medianoche. Nos comunica desaparición de David Nieves desde el miércoles. Le recomiendo pasar a la clandestinidad, el próximo objetivo de la policía sería él. Antes, ese mismo jueves a las 8 p.m., aproximadamente, en la misma calle trasera de la iglesia de San Pedro, en Los Chaguaramos, Caracas, él había notificado la “desaparición” de David a su compañera, Sara Godoy, le pidió fortaleza, comunicarse con Enriqueta de Nieves, madre de David, para la denuncia pública y gestiones del caso, de ahora en adelante debía mantener comunicación con Agustín Calzadilla, ¿me vas a abandonar? Pregunta Sara.  No, te estaré acompañando, responde Jorge. 

     El viernes 23 de julio de 1976, Sara espera llamada de reporte de Jorge de once a doce del mediodía. Inesperadamente, a las 9 am., llega Sonia Gabaldón, compañera entonces de Julio Escalona, al consultorio odontológico de Sara, se entera de su expectativa, Sara, vista la gravedad de la situación, le dice que se vaya ¿Qué haces aquí?, Sonia desconocía la situación y mecanismo de contacto de Sara con Jorge y, nerviosa por la situación, coge a fumar, espera y se retira para notificar a Julio. 

     Jorge se reporta luego, según lo acordado a las 11 am., aproximadamente. Promesa de nuevo reporte de Jorge a las 5 pm. Jorge no llama, no llama, se repite Sara, muy tensa, continúa en su espera, en su consultorio odontológico hasta las once de la noche. Se retira para encontrarse con sus amigas Berenice Rondón y Lilia Frías, les informa la situación. Ambas conocían a David. Lilia estudiaba letras y había visto, en el rectorado de la UCV volantes con la foto de David. Emperatriz, declara y denuncia la “desaparición” de su hermano en el diario El Nacional. A las cuatro de la mañana del sábado 24 de julio la Disip allana la residencia donde vive Sara y la detiene. También allanan la residencia de sus amigas Berenice y Lilia, a la misma hora, 4 pm., trasladan a todas ellas a la sede principal de esta policía en Los Chaguaramos, de Caracas.  Un Disip, en franelilla, somete a interrogatorio a Sara, cerca de seis horas ininterrumpidas, llega otro Disip con la cédula de identidad de Sara y muestra una libretica y exclama: “ya dimos con el código de seguridad de los teléfonos, es el de esta cédula”. Sara descubre de inmediato la tarjeta de cifrados de David, “ellos lo tienen”, piensa rápido y dice: “Quiero hablar con el director de la Disip”, su interrogador se levanta, se pone una camisa blanca y dice: “Yo soy el director”. Era el director de la Disip, Arístides Lander Flores. Sara dice “David Nieves es mi compañero, está “desaparecido” desde el miércoles, sé que ustedes lo tienen, ustedes tienen a David”. Lo niegan. Sara, Berenice y Lilia son recluidas en unos cubículos de una sala, donde sus movimientos son observados permanentemente desde el otro lado de los espejos. Sara logra montarse en un pequeño peldaño y ve a Fernando Barrientos, conocido suyo y apoyo de David. Con mímica le pregunta por David y de inmediato, si está vivo, con mímica Fernando responde   afirmativamente, Sí. 

     Fernando Barrientos fue detenido a las cinco de la mañana del 25 de julio de 1976, con una golpiza lo sacaron de su residencia. Antes de que lo bajaran a los tigritos del sótano, lo mantenían recluido en un cuarto con otros detenidos Luis Lander, hijo, entre ellos .   

     A las cinco de la tarde del 23 de julio de 1976, lo primero que hizo Jorge, cuando llegué a la cita en la casa de la Liga Socialista, fue decirme con los ojos bien abiertos ¡Poeta, estamos rodeados! Allí comenzó el cerco y la prisión con fuga frustrada. Ya Jorge había vivido esta sensación, planificado antes, con la complicidad de su abogado Agustín Calzadilla, su fuga de la cárcel de Sabaneta, en Maracaibo, durante su breve internamiento en una clínica, en medio de una aguda faringitis, fracasó en su empeño porque lo devolvieron a su celda antes de tiempo. 

     Ahora creía que saliendo juntos y tomando la colita de “Cucho” (Cruz Moreno, dirigente del Movimiento estudiantil de unidad con el pueblo (MEUP), en su Volkswagen, podía evadirse del cerco policial y trasladarse hasta  el carro recién comprado por su esposa Delsy Gómez; lo había dejado estacionado cerca de la avenida Sucre, a una cuadra del Retén de Catia, después de la bajadita de la casa de la Liga Socialista, en Alta Vista. Al descender a la avenida Sucre, un motorizado detuvo la marcha del vehículo donde íbamos, apuntándonos con una pistola nuevemilímetros. Nos rodearon rápidamente, ¡manos arriba!, ¡bájense del carro!¡ manos contra la pared!, nos ordenaron a gritos y en horrible coro, al bajarnos con las manos en alto, Jorge tiró el maletín con correspondencia de la dirección política clandestina, entre el chasis del carro y la acera, ¡el maletín, agarren el maletín!, gritaron los policías, aniquilando todo intento de salvación.  

     ¿Cuántas veces más pensaría, tramaría y soñaría Jorge con escaparse? Después de separarlo de nosotros, primero a una cuadra del retén de Catia y de trasbordarlo para otro vehículo  en la autopista Caracas-La Guaira ¿para dónde fueron? ¿para dónde se lo llevaron? ¿qué hicieron con él? ¿qué le harán? ¿qué le hicieron? A Cruz Moreno, “Cucho”, estudiante de periodismo, a Marisol Laprea, estudiante de Sociología, Ana Alvira Pérez, estudiante de Psicología y a mí nos trasladaron hasta el cuartel de la DISIP, en Los Chaguaramos, de Caracas. 

     López Sisco, alias Giovanni, cuya identidad desconocía para ese momento, se acercó a nosotros, parados con las manos contra la pared y las piernas abiertas, como desoladas e indefensas lagartijas, para decirnos que vendría luego a conversar con nosotros, mientras nos saqueaban los bolsillos (monedas, llaves, carteras, cortaúñas, lápices) nos palmoteaban todo el cuerpo, nos quitaban los cinturones, para que no nos ahorcáramos, decían con sus voces imperativas y amenazantes. 

     El domingo 25 de julio de ese mismo año 1976, al anochecer, siento un tropel de pasos, de botas, se oye el chasquido de los interruptores de la luz eléctrica y todo queda a oscuras, absolutamente oscuro todo, no es posible distinguir ningún objeto ni persona, sacan a empujones al italiano detenido en el tigrito de al lado. Oigo al italiano ¿qué pasa?, con voz acogotada, ¿qué pasa?, suenan los golpes y empujones “¡A ti no te importa lo que pasa en este país!” Le grita alguien. 

     Escucho caer un bulto en el tigrito que ocupaba el italiano. Percibo un golpe de colchoneta contra el piso. Otros pasos resuenan atropellados, en carrera, desde la escalera que baja al sótano donde nos encontramos en medio de una noche trancá. 

     ¡Doctor, tuvo un yeyo! dice, acezante, uno de los esbirros. Pasos aglomerados, luego cerrado silencio, se retiran escaleras arriba, no se escucha más nada. El italiano, cuyo rostro no vi nunca, me había contado, desde su tigrito hasta mi tigrito (cada uno tenía el suyo, para no moverse más allá de su propio cuerpo, vertical u horizontal), ¿por qué le dirán tigrito ?, debe ser porque esto es un zoológico para la policía, así pretenden que lo sintamos y vivamos, para deprimirnos y rendirnos. 

     El siguiente día, el italiano es devuelto a su tigrito, al lado del mío, me relató que lo habían detenido tras ser perseguido por una patrulla de la Disip y caerse a tiros con ellos, en la plaza de Las tres gracias, frente a la Universidad Central de Venezuela. ¿Por qué se cayó a tiros con la policía? Misterio indescifrable, porque no tenía vinculación política ni delictiva alguna. Años después me contó Francisco Expedito Cedeño, secuestrado y torturado por esta misma policía, antes y para el momento de lo acontecido al italiano, que él le daba clases a una novia de este italiano y encontraron su teléfono en el manual de matemáticas que utilizaba Francisco para sus lecciones diarias. Sólo por eso. ¿Bolas del italiano? ¿se creyó perseguido por delincuentes comunes y optó por batirse en retirada y a tiros? ¿sería que le tenía una desconocida arrechera a la policía? Santo misterio.  

 Dignidad, coraje y amor frente a la felonía

Carmelo Laborit, presidente de la Liga Socialista, Agustín Calzadilla, presidente de la Asociación de los Derechos Humanos y Oscar Battaglini, ambos  dirigentes del comité nacional  de la Liga Socialista pasan la mañana del lunes en comunicación con parlamentarios, entre ellos José Vicente Rangel y otros dirigentes políticos en denuncia y búsqueda de Jorge Rodríguez. Luego, Agustín Calzadilla  recibe una llamada de Carmelo Laborit,  le comunica que le había llamado el diputado José Vicente Rangel  confirmándole el asesinato de Jorge Rodríguez. Agustín y Carmelo acuerdan verse y de inmediato asisten a la morgue de Bello Monte, luego   llega el diputado José Vicente Rangel . 

    El cadáver de  Jorge Rodríguez estaba en una fría cava, la abren y lo colocan sobre una manta en el piso. Confirman las torturas. Llega José Vicente Rangel. Agustín llama a Delsy Gómez, esposa de Jorge. Llega ella, conmovida en llanto,  con la ropa, una franela azul oscura  para cubrir el cadáver de su marido. Agustín recibe de un médico, secretamente, una copia de los resultados de la autopsia. Allí frente al cadáver y con el informe de la autopsia confirman las torturas recibidas por Jorge. Ese informe de autopsia, reproducido por Agustín, será entregado luego a los periodistas que se congregaron frente al tribunal militar donde David Nieves asistiría para rendir declaración indagatoria. 

     Dice Agustín Calzadilla en su discurso de orden pronunciado en la sesión solemne del cabildo del distrito metropolitano de Caracas en homenaje a Jorge Rodríguez el 25 de julio de 2005: “…examinamos su  cadáver: alrededor del pecho y el abdomen presentaba un gran hematoma que como un círculo rosado cubría toda esa parte del cuerpo. En la barbilla presentaba círculos negros al igual que surcos de marcada consideración en las muñecas, lo que nos lleva a la convicción de que fue sometido a la picana eléctrica y que además fue colgado  y golpeado con un bate  hasta hacerle estallar las vísceras , tal como reportó el informe forense. Tenía inflamados y quemados los testículos y el pene dando la impresión de que le introdujeron un objeto de metal para aplicarle corriente eléctrica. 

     Hace pocos años me enteré de que le fracturaron  la dentadura con un alicate” y continúa: “ … en la defensa que hice de David Nieves, otro sobreviviente sometido a crueles torturas… afirmo que en el expediente aparecen vinculados en el asesinato bajo torturas de Jorge Rodríguez, además de los disipoles que el gobierno presentó públicamente , para calmar la ira popular, las siguientes personas: Hugo Enrique Núñez y Manuel Ramón García, quienes practicaron su detención. Igualmente tienen que ver con este hecho incalificable Ramón Antonio Guareguán , jefe de aprehendidos , Juan Bautista Bello Díaz, jefe del departamento legal , Henry López Sisco, el abominable jefe de operaciones antisubversivas y Jesús Rafael Villamizar de la misma dirección antisubversiva, Arístides Lander y Humberto Giffuni, director y subdirector  de la Disip, a la orden de los cuales estaba Jorge Rodríguez, y a quien debían garantizar su derecho a la vida. También tienen responsabilidad en este horrendo crimen Octavio Lepage, ministro del interior y Carlos Andrés Pérez, por cuanto los ministros son órganos directos del presidente  y Lepage informaba diariamente a Pérez sobre el detenido por el  secuestro  de William Frank Niehous, tal y como aparece en las actas procesales” (Agustín Calzadilla. Hacia el socialismo revolucionario. Reflexiones y propuestas. Fondo editorial febrero rebelde. Caracas. Venezuela. 2006).

     El lunes 26 de julio de 1976, estoy en el sótano de la Disip, en Los Chaguaramos, Caracas, parado, con la cabeza entre las rejas del tigrito, agarrado con ambas manos a los barrotes de la celda. Por la escalera que hasta allí bajaba, desciende y entra David Nieves Banch, rodeado por un grupo de policías apretujados y apurados. David se detiene sorprendido, frente a mí, se me acerca, toma fuertemente mi cabeza entre sus manos y comienza a besarme la frente. Llora un poco, con alegría y luego sigue hacia el tigrito que le tienen destinado.

     Desde allí me cuenta su odisea, su secuestro, torturas, desde la madrugada del miércoles 21 de julio de 1976, hasta la madrugada del viernes 23 de julio de 1976 “… con las cuerdas delgadas me amarraron la mano derecha de algo fuerte, hicieron lo mismo con los pies, dejándome una mano libre. CERMEÑO me dijo: Esta es para que te rasques; era una nueva forma de humillarme. Nuevamente oí los gritos de la otra persona a quien torturaban. No tenía noción ninguna del tiempo, parecía estar solo, cuando de pronto sentí de nuevo golpes y casi al instante, HENRY LÓPEZ SISCO dijo: Déjenlo tranquilo, ya el otro está hablando y JORGE RODRÍGUEZ si nos va a decir dónde está NIEHOUS” ( un gerente de la Owens Illinois, secuestrado por los “Comandos Revolucionarios Argimiro Gabaldón“).

     Me imaginaba que era muy tarde en la noche o comienzos de la madrugada del viernes 23 de julio, trataron de acostarme en una cama, todo movimiento del dorso me ocasionaba dolor, acostarme fue doloroso; cuando finalmente estuve en posición horizontal, sentí una punzada, grité, ese grito me ocasionó otra contracción en el estómago, que provocaba otro dolor, comprendí que no debía moverme, que tendría que tragarme toda mi congoja sin sollozar (…) Llegó alguien que fungía de médico, sentí que colocaron algo frío en mi costado izquierdo, algo que semejaba un estetoscopio, me dijeron: “ No te muevas”, me inyectaron y sentí que los dolores desaparecían lentamente y luego sentí sueño”.            

     ”Dejaron de presentarme las fotos de Jorge y la tuya (la de Juan Medina Figueredo, con lentes, sin lentes, repetidas veces, nuevamente con lentes, sin lentes) para que las reconociera.” ¿Por cuál círculo del infierno andaría Jorge a esta hora? Le tocaba turno en el potro de los tormentos en este instante sin fin.   

     Luego, el lunes 26 de julio, a David lo sacaron hasta un campamento antiguerrillero, en los límites de Miranda y Guárico, “…íbamos a San José de Guaribe (…) llegamos a un improvisado campamento militar y me trasladaron a una camioneta (…) se arremolinaban los soldados para verme, (…) Ya en el aire (en un helicóptero) (…) el teniente coronel señalaba los distintos sitios donde pasábamos; que yo recuerde indicaba a Batatales, Río Negro y otros (…) No demoró  el Gordo (disipol) en amenazarme con tirarme del helicóptero (…) señalaron una casa vieja afirmando que esa era la casa  de SALOM MEZA (diputado) y me conminaron a que yo dijese que allí estaba NIEHOUS (…)”. ¿Por cuál de nuestros aires hirvientes, bajo aspas, amarrado, colgado por las muñecas, por los tobillos, por las axilas, balanceado desde un helicóptero, pasarían rasante a Jorge contra los árboles de esa u otra montaña? 

     En una de sus alocuciones, el comandante Chávez dijo que vio a Jorge agonizante en un helicóptero parado en un campamento militar, alguien le dijo: es un dirigente estudiantil, está moribundo.  Ante las amenazas del disipol con tirarlo desde el aire, David se rió a carcajadas. El oficial le dijo al policía: ¡vamos a bajar, no te das cuenta de que este hombre no va a hablar!

     Bajaron, después lo trasladaron en una avioneta hasta el aeropuerto de La Carlota y de allí, directo a la Disip. A Berenice Rondón la visita su padre y le dice que en la UCV están velando un cadáver y acierta al decir: es de un  apellido…Rodríguez.  Sara dice: ¡ese es Jorge!. 

     El martes 27 de julio, la abogada Esperanza Martinóv y el doctor Víctor Hoyer, comisionados de la fiscalía general de la República se presentaron a la DISIP y preguntó la fiscal ante los cubículos de la sala de los espejos, ¿dónde está Sara Godoy? Salió y se presentó Sara de Inmediato. Víctor Hoyer era paciente en su consultorio odontológico y para evitar su reconocimiento y evidencia de compromiso con ella, comenzó a mirar para otro lado, Sara captó y compartió su actitud, cuidando su delicada situación. Rápidamente Sara denunció la detención de su marido David por la Disip, la fiscal preguntó ¿qué sabes de Jorge? ¡lo mataron! responde Sara,  permítame hablar con David,  la fiscal Martinov  ordenó “traigan a David Nieves” El consultor jurídico de la DISIP, objetó: “no se estila, no está permitido por el reglamento”. La fiscal replicó fuerte, “se lo estoy pidiendo en nombre de la fiscalía”. Trajeron a David, Sara y David se abrazaron emocionados. Sara, con desespero, sin mediar palabra ni diálogo alguno abre la camisa y baja el pantalón a David, quemaduras y ulceraciones en el abdomen y por debajo, David, por pudor se sube rápidamente el pantalón “mi amor, mataron a Jorge” y el abrazo entonces fue de llanto y desconsuelo mutuos. “Con razón mataron a Jorge”, comentó sorprendida y conmovida la fiscal.

     Dijo al consultor jurídico de la Disip, en forma muy inteligente y considerada con Sara y David: “Usted me invitó a almorzar, salgamos” y consiguió dejar a David y a Sara juntos por otro rato., procurando hablarse con discreción y voz baja, aunque custodiados por tres policías. 

     Regresa la Fiscal, antes su secretaria  había tomado declaraciones a Sara, ahora toman declaración a David y regresan a Sara a su celda. De vuelta David al tigrito, me llama llorando: ¡Poeta, mataron a Jorge! ¡Él no aguantó la tortura, yo soy más fuerte que él, era más joven que yo, ya yo he vivido bastante! Luego de su llanto sobrevino un largo silencio, interrumpido para decir, sin contener nuevamente el llanto: cada veinticinco de julio lo recordaremos donde estemos.            

     ¿Cómo reconstruir la ruta infernal por donde empujaban a Jorge hacia el abismo del dolor y del horror?  Sara recuperó su libertad y a partir de entonces, los policías de la Disip se le aparecían a toda hora por todas partes, en todo momento y lugar, en el estacionamiento, en el consultorio, en la calle, su objetivo, sin lograrlo, era inmovilizarla y aterrorizarla. 

     Después de mi propia excarcelación, otros me repitieron varias veces que la estudiante de Psicología, Ana Alvira Pérez, lo había visto pasar el sábado 24 de julio al anochecer, frente a la celda donde ella se encontraba, caminaba con la mirada extraviada, en silencio, según y que ella había dicho. No puedo pensar que Jorge sufriese entonces un calvario menor que el vivido por David Nieves. 

     Podemos reconstruir las torturas sufridas por Jorge como una repetición de las aplicadas a David Nieves. 

     Recordamos fragmentariamente el relato de David en la Declaración indagatoria ante el Tribunal III de Primera Instancia, en fecha 10 de agosto de 1976: “ Una vez dentro del carro, continuaron los golpes (…) un sujeto delgado, de pelo negro y bigotes del mismo color, me insultaba y amenazaba con una escopeta (…) golpes en el pecho (…) me acostaron en el piso trasero, me vendaron los ojos con un pañuelo y ataron mis manos hacia atrás (…) en peso me levantaron para meterme en otro lugar (…) pude darme cuenta que estaba en una camioneta algo vieja (…) boca abajo, vendado y manos amarradas hacia atrás , comenzaron a torturarme (…) amarrados de los dedos pulgares un par de cables, el silencio fue roto por mí al sentir un fuerte corrientazo; en ese momento gritar fue mi mejor desahogo de múltiples, muchos corrientazos que me seguían aplicando     ( …) 

     Por primera vez, me dijeron: es sólo el comienzo; agregaron a la corriente  “nuevos” métodos de  “ ablandamiento”; la punta de los dedos la apretaban fuertemente con una cuerda que supongo era de nylon, la quitaban, regresaba la electricidad. Sentía luego el calor y la quemadura de los cigarrillos que acercaban a la punta de los dedos; volvía la corriente; la electricidad hace que uno  se tenga que mover en distintas direcciones, el cuerpo humano por sí solo se sacude, brinca, no sabría decir si era el mismo instinto que originaba esos movimientos como una manera de liberarme de la corriente”.

     ¿Cuántas, innumerables, incesantes, eternas vueltas de los verdugos (con carcajadas)  a la manilla del teléfono, cosiendo con agujas de electricidad  la lengua cortada, sangrante viscosa y acre, los ojos epilépticos, la cabeza como una piedra de huesos y de carne contra el piso, las sienes estremecidas en el vórtice de un huracán, vibrando en un acelerador de partículas atómicas? ¿o amarrado por abiertas extremidades sobre el jergón de metal, encapuchado, con adhesivos sobre los ojos y sobre la boca? ¿O colgado del techo, por las muñecas, por los tobillos, como Francisco Expedito Cedeño, “El amiguito”?  ¿Hasta cuándo a Jorge, cuántas veces sumergieron su cabeza, ahogándolo, en el dique de La Mariposa, en un tambor o un balde o un wáter o en el mar (David y Francisco Expedito escuchaban el rumor del oleaje en la casa o en el rancho de …   ¿Arrecifes?, en el litoral guaireño, que identificaron por el ruido de los aviones al pasar, amordazados los ojos y la boca, contra el piso de un automóvil, por los alrededores del aeropuerto) ¿Hasta cuándo coñazos, carajazos?  

“De abajo vienen los golpes/ 

y de arriba la instrucción. / 

También se supo que a golpes/ 

le abrieron el corazón/ 

y ese corazón abierto/ 

es nuestra mejor escuela/ 

en él se aprende la historia/ 

la historia de Venezuela/”, cantaba Gloria Martí, con su guitarra, con su rostro brillando como aura santa sobre su vestido negro. 

     ¿Cuántas quemaduras de cigarro en los pies, en las manos, en las tetillas, en los testículos? ¿cuántos batazos por las espaldas, por las costillas, por el estómago, por los brazos, por las piernas? Esas marcas indelebles ulceraban, tumoraban con hematomas el cadáver desnudo en la morgue, frente a Carmelo Laborit, el viejo del mar, con la barba curtida en la clandestinidad, cárceles y exilios, que fue a morirse de tristeza, como un alcatraz, en Río Caribe, en la misma casita de bahareque donde había nacido, y  el abogado Agustín Calzadilla, Presidente de la Asociación de Defensa de los Derechos Humanos, ambos pálidos de espanto y cólera, y así está registrado en el protocolo de autopsia y en el acta de defunción.

     La verdad, Carmelo Laborit ya había perdido la respiración y el habla mucho antes de llegar a la morgue, donde caminó como un muerto más. Había estado con Agustín Calzadilla y Oscar Battaglini en visita a parlamentarios y dirigentes políticos en denuncias y solicitud de información sobre la desaparición forzada de Jorge.

     Hasta que Carmelo llama a Agustín y le dice que José Vicente Rangel le informó que a Jorge lo mataron y su cadáver se encuentra en la morgue. Hasta allá se van y llegan. El cadáver de Jorge se encuentra en una cava. De allí lo sacan, tienden una manta en el suelo, allí colocan el cadáver y observan horrorizados las marcas de las torturas. 

     El martes 27 de julio de 1976, velatorio de Jorge Rodríguez en el aula magna de la UCV. Oscuro y triste aire, mujeres enlutadas, de pañuelos para el llanto y la mucosidad. Presencia de familiares, Delsy Gómez, viuda, Jorge y Delsy Eloína Rodríguez, hijos, Eloína Rodríguez, madre, Carmen Alicia, hermana. En la guardia de honor Carmelo Laborit, Agustín Calzadilla, Cruz Moreno (de la LS), Miguel Layrisse, rector de la UCV,José Vicente Rangel, Salom Meza Espinoza, Américo Martín, Ezequiel Vivas Terán, Adolfo Herrera, diputados. Silencio, rostros rigurosos y grave eco bajo los móviles de Calder. 

     Palabras de despedida de Miguel Layrisse, rector de la UCV. Poema de Jorge Rodríguez, hijo: 

“ Los que hoy te apartaron del camino/ 

no saben que están abriendo cien más”

     Marcha por la avenida Victoria, de Caracas, hacia el Cementerio general del sur, balazos, balacera contra los manifestantes,  para aterrorizarlos y disolver a los que gritan airados y pisan firmes, carreras y dispersión, llamado de Martha Ortega de pie frente al féretro solitario, bajo ruidosos balazos, en medio de la avenida, vengan, vengan, concentrémonos y volvamos a la marcha, “pastelito”, (Simón Zambrano) , el primero que vuelve al lado de Marta y clama por retornar a la concentración, se reanuda  la marcha. 

     Tardé años para ver finalmente el video de Lepage, con un cigarrillo guindando de sus belfos, para encenderlo, esparcir el humo y declarar, como si nada, pero tartamudo, incierto, errático y contradictorio: “Me encontraba anoche en mi despacho preparando esta rueda de prensa cuando recibí en… de…la eh …en la…  la (sic) la noticia, la horrible noticia, de que estaba muerto en un calabozo de la Disip, Jorge Rodríguez, de muerte repentina. De muerte natural o muerte repentina”. Una noche no le había bastado para ordenar su declaración ante los medios. Dar y darse tiempo, toda una noche, detrás de una manera de restar importancia al asesinato.

     Entonces, ¿quiénes son los asesinos? Son muchos, pero bastan el testimonio del exdirector de la Disip, Arístides Lander, en esas funciones para entonces, como consta en alegato del mismo Agustín Calzadilla: “Ante otra pregunta del Instructor en el sentido de si “enteró usted” frecuentemente al ministro del interior sobre el caso Niehous. Respondió: “lo informaba diariamente y aún lo hago, además de presentar mi cuenta los lunes de cada semana”. Sigue incansable y con admirable valor, el mismo Calzadilla, tantas veces amenazado de muerte por la policía, también detenido por ella: “En este expediente aparecen vinculados directa o indirectamente en la muerte de Jorge Rodríguez las siguientes personas: Hugo Enrique Núñez y Manuel Ramón García, folio sesenta y nueve (69) Anexo “CH”. 

Quienes practicaron la detención de Rodríguez saliendo de una reunión de la casa de la Liga Socialista en Caracas. Ellos dicen que pasaron a Rodríguez y a sus cuatro compañeros de organización A LA ORDEN DE LA SUPERIORIDAD. Es muy extraño, pues, que el asesinato de Jorge Rodríguez sea un hecho aislado, que se le ocurrió a cuatro disipoles que hasta ahora el país no ha logrado ver quiénes son.

     Igualmente tienen que ver con este hecho, Ramón Antonio Guareguán, Jefe de Aprehendidos, Juan Bautista Bello Díaz, Jefe del Departamento legal, Henry López Sisco, Jefe de Operaciones Antisubversivas; el Director y  sub-Director de la Disip Arístides Lander y Humberto Giufunni, por ser las máximas autoridades de la Disip (…) si Arístides Lander informa al Ministro Lepage diariamente sobre el caso Niehous (…) ¿ quién más que el Doctor Lepage estaba enterado de la detención de Jorge Rodríguez (...)? Y está también seriamente comprometida la responsabilidad política del presidente de la República (Carlos Andrés Pérez), porque de acuerdo con la Constitución los ministros del despacho son sus órganos directos”. 

     Con inaudito, insólito, inusitado, extraño, raro, inconcebible coraje de un abogado con espondilitis (contraída y doblada la columna) en ese oscuro, gris, sangriento, amenazante, borrascoso, infernal  momento sellado con la calavera del terrorismo de estado como tridente del diablo, Agustín Calzadilla se levanta en su estribo y se monta en el caballo del apocalipsis para retar a duelo mortal a los torturadores, sicarios, verdugos, hienas, de frente y desarmado: “ Estoy seguro que ni Rivas Vásquez, ni su carnal Arístides Lander aguantan un pellizco. Porque son cobardes, porque sólo torturan a hombres que no tienen cómo defenderse. Quiero denunciar ante este Tribunal que igualmente he sido amenazado de muerte, y que estoy siendo hostigado permanentemente por agentes de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Ello no me atemoriza, que si lo que se pretende es hacerme callar en las denuncias que hemos venido haciendo sobre el asesinato de Jorge Rodríguez y sobre la institucionalización de la tortura en el país, se equivocan. Seguiremos adelante”. 

     David Nieves, desafiante desde esa foto donde levanta los puños en alto, con las muñecas esposadas, forcejeando contra los policías militares que tratan de contenerlo y someterlo, grita: “¿Qué autoridad moral puede tener una persona que asesina o envía a alguien a matar, que tortura o envía a alguien a torturar?”  Se levanta, se yergue frente a militares, políticos, empresarios, policías, medios, frente a los que lo amurallan, encarcelan y quieren callarlo, incomunicarlo y aislarlo del pueblo, de los familiares que están en la calle, de los vecinos que están en los edificios de enfrente o en las casas que dan contra las garitas y los paredones de atrás de esta fortaleza colonial, grita desde un calabozo del cuartel San Carlos, para que lo escuchen, aunque sea en murmullo, en vibración y granada de rayos de luz que se refracta en el patio de la prisión: “Toda esta historia ha sido regada con sangre, como la de Jorge Rodríguez y contribuye a que podamos enjuiciar a este sistema”. Después camina por la celda lóbrega y húmeda donde lo mantienen incomunicado, frente a la fotografía de Pancho Villa, con su traje ranchero y una frase de macho guerrero y mexicano (“Por la revolución hay que dar aunque  nomás sea  la vida”), conversa consigo mismo, en voz alta, que va multiplicando hasta gritar nuevamente: “Puedo citar a muchos muertos, grandes muertos, hermosos muertos para adornar con su belleza agonizante  páginas enteras; pero he tomado a uno como ejemplo (…) porque a Jorge me unía una gran amistad, una hermanable camaradería y no habrá momento de mi vida en el que yo no lo levante entre mis brazos, por los aires y baile tirándolo como un globo de colores y como serpentinas,  tocando  pitos y lanzando mi sombrero al cielo, porque su nombre es una fiesta nacional del hombre bueno, decente, valiente, fiel, solidario, leal, amigo y camarada por sobre todas las cosas y gritaré mil veces como si estallaran cohetes y fuegos artificiales, ¡Viva Jorge Rodríguez!  ¡Viva el 25 de julio de su vida inmortal de pájaro viajero!”.

LA DELACIÓN: 

“Ya el otro está hablando y Jorge Rodríguez sí nos va a decir donde está Niehous” oyó David Nieves Banch que dijo Henry López Sisco aquella funesta madrugada en la que la delación de  ese “otro”, Iván Padilla, detenido junto a David Nieves Banch, inició la entrega de otros camaradas, entre ellos de Francisco Expedito Cedeño, a las ocho de la mañana, al presentarse a buscar algún mensaje en la estafeta en una calle de Coche, Caracas, sitio de exclusivo conocimiento de Iván Padilla.

     Frente a la sala de los espejos en la DISP, de Los Chaguaramos de Caracas, Francisco Expedito Cedeño, furioso, le dio una patada a Iván Padilla. Delatado, Jorge Rodríguez fue crucificado y con su silencio salvó muchas vidas de camaradas y amigos. 

     Posteriormente, ya encarcelado Iván Padilla en el cuartel San Carlos, de Caracas,  y yo actuando como secretario general (encargado) de la Liga Socialista, recibí a través de Norelky Meza, del comité nacional de nuestra organización y miembro de la Asociación de Derechos Humanos, permanente visitante solidaria con los presos políticos recluidos en el cuartel San Carlos,  una carta de una cuartilla en la cual Iván Pailla  confesaba que una madrugada, en medio de las torturas, la sed lo agobiaba,  pidió agua y le trajeron agua con sal, lo que le provocó una reacción de sobresalto y malestar, momento en el que sus torturadores le dijeron que iban a traer para torturarlas frente a él  a su mujer y a su propia hija, una niña de pocos meses de nacida, por lo que allí en ese momento se “quebró” y sucumbió ante sus torturadores.

     No entró en ningún otro detalle, por lo cual intentó encubrir su responsabilidad en la detención y asesinato de Jorge Rodríguez  y en la detención y torturas de otros camaradas. Esa carta la remití de inmediato al comité político militar de la Organización de Revolucionarios” (OR).

     David Nieves Banch lo denunciaría como delator en declaraciones al periodista Clodosvaldo Hernández y también en carta suscrita desde el cuartel San Carlos en compañía de otros militantes revolucionarios.

NOTAS:

1)   Fragmentos del relato de David Nieves Banch sobre las torturas que sufriera tras su detención el 23 de Julio de 1976 constan en el libro Nieves, David. La tortura y el crimen político. Recursos de un sistema en apuros. Poseidón Editores. Caracas 1979.

2)   Igualmente, las declaraciones del abogado Agustín Calzadilla, defensor de David Nieves Banchs, constan en la declaración indagatoria de este último ante el Tribunal III de Primera Instancia Militar, de fecha 10 de agosto de 1976


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